No hace mucho vi un documental en la televisión, en el que se centraban en los tipos de jóvenes actuales de la Comunidad Valenciana. Todos los chicos y chicas que salían en la pantalla parecían haber sido engendrados en clínicas de estética, a la carta. Muy guapos y guapas, todo sea dicho, pero me llamó la curiosidad cuando uno de esos inmaculados muchachos, con músculos hasta en los dientes, se atrevió a decir que para él, la gente que se acuesta leyendo un libro, era cosa de «peleles» (léase arriba la definición). Gracias a Dios, la mayoría de jóvenes en Valencia no somos así y por eso el reportaje televisivo causó una gran polémica, por generalizar y englobar a juventud valenciana.
He aquí un pelele, y si sigues leyendo el resto de este
libro, con probabilidad también te conviertas en otro. Será una gran
satisfacción saber que este libro ha contagiado la pelelería a sus lectores. Y es que si leer transmite algo, no son
estupideces, sino historias con las que poder ejercitar ese otro músculo que no
necesita gimnasio, pero sí de librerías: el cerebro.